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martes, noviembre 10, 2020

Pesimista

El optimismo no es un arma naif, sino trabajada.

En mi caso, es una opción elegida conscientemente. Argumentada intelectualmente, sostenida sobre la experiencia propia. He sufrido el dolor y conocido la fragilidad del ser humano desde bien joven. He debido gestionar una sexualidad diferente en tiempos que no eran estos. Como todo hijo de vecino he sentido traiciones, desengaños y frustraciones.

Entregarse al sinsentido era una posibilidad extrema, pero recrearse en el dolor era torpe.

Tal vez sea de inteligentes ser pesimista, asumir todo el peso de la existencia y visibilizar de lejos los nubarrones futuros; pero no es práctico.

Y la vida es práctica, no teoría.

Que todo es efímero ya lo sé, nadie tiene que explicarme cómo de imprevisible es la salud, ni me caigo de un guindo al pensar en la naturaleza humana. Que todo lo material puede irse al traste. Que el mundo no gira redondo ni para todos igual. Que no se puede dar nada por hecho. Que todo lo mueve el azar. 

Ya lo sé.

Por eso me gusta volar, no agarrarme a ilusiones que se cuenten con dinero, salir de paseo para fotografiar la ciudad al atardecer, decir siempre que sí a planes nuevos, leer mucho, celebrar con vino las noches sin nombre, cuidar con disimulo a la gente que quiero, embelesarme con las historias de quien me puede enseñar, viajar a sitios que me vuelven loco, entrenar a diario para no dar excusas a ninguna enfermedad, buscar la emoción en óperas grabadas en Youtube, navegar por fotografías para acompañar mis textos, crear textos para crecer como escritor. Soñar los sueños de quienes amo. Amar por puro amor.

Que sepa encontrar el sol en cada estancia no quiere decir que no vea las telarañas ni los cajones a medio cerrar.


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