Ser una persona culta es una decisión que se toma en los albores de la vida y a la que pueden contribuir unos padres despiertos si captan ese plus de curiosidad necesario para que el proceso se desarrolle.
Ser culto no es sinónimo de bondad, pero sí está cercano al de la sabiduría. Ha habido monstruos bien sabios.
Cuando se juntan los dos, el conocimiento trabajado y la bondad innata, aparecen genios como José Saramago, como José Luis Sampedro, como Eric Fromm, que se yerguen como faroles serenos en el horizonte, para decirnos hacia dónde nos convendría caminar.
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