Las reglas del juego del vivir se pervierten hasta convertirse en una sola: querer volver al tablero del que te han sacado por las malas.
Al expulsarte del territorio en el que aprendiste a vivir, te conviertes en un espectador del mundo de los otros, tras un cristal tintado, que impide que ellos te puedan ver.
Muchas veces, afortunadamente, la amenaza desaparece y se te abre la puerta al mundo de siempre, al tuyo, con las reglas del juego conocidas.
Lo que ocurre es que ya has visto lo que hay detrás de esos paisajes lejanos, tras cristales tintados, gente angustiada mirándote jugar.
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