De hecho, de no arrastrar toda la carga emocional que los adultos identificamos en cada rincón, sería una ciudad más.
Sí, tiene rincones preciosos, pero muchos menos que otras ciudades europeas de su tamaño. Aunque la reconstrucción ha sido brutal y el nuevo urbanismo te muestra una arquitectura innovadora, la guerra la destrozó.
Para un crío el museo judío que visitamos ayer sería un peñazo, o el Checkpoimt Charlie una casetilla enana en medio de dos calles.
Lo tremendo de Berlín es lo que no se ve.
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