Cuando una va paseando por la playa y se cruza con un corredor de rostro fatigado, a menudo se pregunta si tiene sentido ese sufrimiento.
Es más cómodo el paseo, sí. Incluso ver el paseo de los demás con una caña en la mano desde un chiringuito.
Todas las opciones son válidas. Faltaría más.
Sin embargo, el del chiringuito se pierde la sensación de logro que supone apagar el cronómetro tras la carrera y sentir la tarea cumplida, esa ducha reparadora del final que te recoloca el cuerpo en tu sitio y, sí, esa cervecita de recompensa por haberlo conseguido un día más.
Admiro a quien se esfuerza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario