El hecho de ir solo hace que te fijes más en los detalles y allí era fácil perderse, en un local empapelado, literalmente, con mensajes escritos en servilletas.
A mí lado había una pareja de japoneses. Ella ponía cara de susto con cada plato, él, pletórico, señalaba todos los que veía pasar para decir: "ese también lo quiero probar".
No hay dudas de que ese hombre entendía la vida como lo que es. Hay que probar, hay que intentarlo, hay que lanzarse.
No le auguré mucho futuro juntos a los dos.
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