Marisol, la tía de Fran, le dio una bandeja con cuatro pasteles para mí.
—Que se los tome, que está muy delgado.
Cuando Fran apareció con los dulces, me entró un cosquilleo de emoción por el detalle que había tenido conmigo, pero lo tuve claro.
—Dale un beso muy grance y las gracias, pero eso tiene mucha azúcar.
Ya a la tarde, con Fran fuera y yo recién terminado de trabajar, vi la bandeja sobre la encimera de la cocina. La abrí, por curiosear, y me encontré dos bollos de leche y dos hojaldres con crema.
Tomé un cuchillo para recortar un pequeño extremo del dulce que no tenía crema, por ver a qué sabía.
¡Una delicia!
Me comí los cuatro pasteles.
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