A todos nos gusta.
Esconderse en ese refugio siempre a mano para no participar del juego de los retos es destructivo. Son millones las personas que se meten en esa cueva, por no arriesgar.
Llega un día en el que se les viene el mundo encima y se dicen, no he viajado, no suena el teléfono, no tengo historias que contar, no sé hablar de nada interesante, porque siempre que le propusieron algo, cómodo o retador, prefieron apagar luces y tirarse en diagonal en el colchón.
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