Ya en la cola para pagar, mientras hablaba por el móvil, vi cómo Fran ayudaba a una cría que colocaba la compra en la cinta, cómo le acercaba el carro de cestas para que depositara la suya.
La niña, de unos diez años, siguió para delante sin mirar a los ojos a Fran.
La madre, a su bola, se enzarzaba en una conversación con la cajera.
Dejé el teléfono y lamenté.
—No se educa en dar las gracias.
A lo que Fran respondió con un 'qué pena'.
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