—Los bloqueo —le respondí.
Me pone la controversia, la discusión, el debate, pero no admito en el territorio de mis publicaciones faltas de respeto a nadie.
A mí me da la vida, como escritor y como persona, escribir un texto diario. Me hace estar en tensión, atento al mundo, a mis recuerdos; vigilo mis emociones para ver qué salta por ahí dentro, observo a la gente actuar, leo el periódico, con los cinco sentidos, presto a estímulos. Todo lo meto en la batidora para construir relatos breves que, al compartir, me ofrecen un retorno inmediato de personas de todo color y sensibilidad que me dan mucho más de lo que yo les aporto.
Ahí no entran los odiadores profesionales que circulan por las redes apoyados en el anonimato o la cobardía que supone lanzar la piedra sin importar el daño.
Yo bloqueo. No permito broncas en mi casa. Las malas artes se consienten allí donde no hay principios.
Insultan una vez, a la siguiente ya están fuera de mi mundo con cara de tontos.
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