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domingo, febrero 07, 2021

Relámpago

¿Existe la felicidad sin pensarla?

Si imaginamos una tormenta en un espectacular paisaje desértico, ¿se oirían los truenos si no hubiese nadie para escucharlos?

Hace unos días me enviaba mi hermana Raquel un vídeo de Iván en la playa, de muy pequeño. Abría los brazos, se reía a carcajadas y flirteaba con la cámara. 'La felicidad', me escribía mi hermana.

Nosotros la vimos entonces, ahora también. Pero, ¿la disfrutó Iván en su momento?

Es la época de la vida en que todo fluye, la infancia, pero también es un período en que los conceptos abstractos no existen. De ahí que nos vengan tantas imágenes sobrevaloradas de nuestra niñez, de esos tiempos en que fuimos, sin saberlo, gloriosos.

A mí me ocurre observando a Fran, con su nueva empresa, sus carcajadas al otro lado del teléfono, su música a todo volumen mientras cocina garbanzos con langostinos. Y se lo digo. 

-Qué alegría transmites.

Disfrutar del recuerdo es una terapia sanísima, pero más potente es recrearse en el presente.

A veces pienso en ponerme alarmas de felicidad en el móvil, que suenen con una musiquilla diferente a la del despertador. La programaría a diferentes horas del día en que sé que estoy pletórico. Al desayunar con el periódico, al escribir mi texto diario, al tomar la cerveza previa a la cena en mi banqueta alta con la televisión sin volumen, al responder comentarios ocurrentes de mis lectores, mientras hago deporte escuchando las noticias.

Tomar conciencia del disfrute absoluto. Sentir un cosquilleo cerebral. Un pellizco en el estómago. Décimas de segundo, sí. Pero ¡qué décimas!

He ido aprendiendo a hacerlo sin alarmas. Parar de golpe y decírmelo. Soy feliz.

Es una pastilla baratísima que no necesita de receta médica ni prescripción.

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