Sí, es un tema recurrente en mis textos, la falta de empatía. Sí, me obsesiona, me desanima, me desespera esa incapacidad endémica del ser humano por ponerse en la piel del otro.
Lo cierto es que todo el mundo me da la razón cuando lo comento y que nadie parece entender esa falta de solidaridad íntima con el prójimo. Tal vez yo sea el primero en caer en mis contradicciones.
Deberíamos introducir esos valores en casa, en el colegio, desde la infancia. Sacar a un chaval, voluntario, a la pizarra y pedirle que nos hable de él, de su familia, de sus miedos, de sus proyectos y hacer que sus compañeros aprendan a preguntar, de corazón, acerca de ese mundo del que les habla.
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