Introducir en tus conversaciones el nombre de la persona a la que te diriges.
Cambiar el '¿qué te pasa?' por un '¿qué te pasa, Gemma?'
Yo lo aprendí de Fran. Él, en cuanto conoce a alguien, ya integra su nombre con frecuencia en la conversación. Esa persona, desde ese momento, se siente mucho más cercana, pierde el anonimato, te escucha con otro gesto, gana en predisposición.
Aprendí tan bien esa técnica, que inundo mis novelas de diálogos donde los personajes se nombran de continuo y eso le chirría a mi amigo Miguel Ángel.
-Salva, te pasas.
Yo me río y le prometo corregirlo, pero chiflo con que mis personajes se llamen a menudo por su nombre, porque me divierte que en los universos que creo la gente se comporte como me gustaría que lo hiciesen en el mundo real.
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