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jueves, marzo 11, 2021

Motivación

El tiempo de trabajo debe pasar deprisa.

Toda otra percepción del mundo laboral propio es mala señal, porque implica desazón.

Recuerdo uno de mis primeros trabajos. De recogevasos en una discoteca. Acababa de cumplir los dieciocho años y quería tener capacidad de viajar, salir, comprar sin tener que pedir dinero a mi padre. Las noches se me hacían eternas. Daba vueltas entre jóvenes borrachos mayores que yo a la búsqueda de la copa vacía. Llenaba una bandeja de vasos, los metía en el lavavajillas y vuelta a la carga.

Ya entonces tuve claro que quería tener un trabajo en el que me sintiera motivado.

La motivación, cuando no viene asociada a un buen trabajo, un buen jefe o una buena empresa, tienes que provocártela tú. Encontrar dos o tres claves que hagan de la jornada laboral un tablero de juego en el que sentirte cómodo.

Las circunstancias de mis últimos meses, con cambio de jefe y estrategia de la empresa al mismo tiempo, me ha descolocado completamente en mi faena diaria, convirtiendo mis jornadas en eternas horas de despiste.

Yo no puedo permitirme desmotivarme, descolgarme, desenchufar del oficio por el que me pagan. Me niego a que mis horas se estiren como chicles, a mirar la hora, a que se me vaya la cabeza en cosas que no tienen que ver con mi presente.

Las empresas para subsistir deben, cada vez más, buscar los alicientes para incentivar a sus empleados. No hay mejor forma de conseguir los objetivos que tener a trabajadores motivados.

Trabajar no debe ser sinónimo de subsistir.

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