x

¿Quieres conocerme mejor? Visita ahora mi nueva web, que incluye todo el contenido de este blog y mucho más:

salvador-navarro.com

martes, marzo 09, 2021

Bailecito

De mi padre no escribo porque me duele horrores.

Como si no hubiera existido para nadie, porque lo tengo encerrado en mi pecho hasta que pueda un día respirarlo con la naturalidad de un hijo que no pudo quererlo más.

Queda para siempre enquistada en mí su enfermedad final, esa mirada líquida en que me dijo, sin palabras, aquí se acaba todo.

En nuestra última visita al hospital, caminando despacito por sus pulmones encharcados, llegamos al sitio donde le inyectaron una jeringa para sacarle ese líquido que no le dejaba respirar.

Presumido él, como presumidos somos sus hijos, tuvo que quitarse a regañadientes y sin ayuda la camisa, para que le clavaran una aguja enorme en la espalda.

Esto no va a durar mucho dijo la enfermera. Agárrese a su hijo.

Él, digno, de pie, se abrazó a mí. Yo lo sostuve en mis brazos, pecho con pecho. Notaba su débil esqueleto, y el dolor del pinchazo, sin ser yo quien lo recibiese, su cuerpo tembloroso. Casi que adivinaba ese líquido salir de su cuerpo y abrir sus pulmones. Yo cuidaba de él. Del hombre que había construido el hombre que era yo. Él no podía con sus piernas y yo lo sostenía en mis brazos. Se me balanceaba para un lado y para el otro, incapaz de mantenerse en pie. Yo, tenso, mantenía el equilibrio de los dos. Fueron unos minutos inolvidables. Yo agarraba un saco de huesos que contenía todo lo que yo admiraba y admiraré.

La enfermera dio la intervención por terminada.

Mi padre se soltó de mis brazos y me dijo, con su sonrisa de siempre y un guiño, como si no pasara nada:

Vaya bailecito que nos hemos pegado.

No hay comentarios: