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domingo, marzo 21, 2021

Veneno

Cuando alguien nos ríe una gracia se nos pone, inconscientemente, cara de tonto.

Estamos desprotegidos ante la vanidad, que es un veneno adictivo que viene muy mal cuando no lo encontramos en nuestro botiquín.

Es peligroso el halago cuando no se tienen las bases sólidas, porque cuando nos dicen qué buenos somos en algo tenemos tendencia a quererlo escuchar a menudo.

Quien no trabaja su conexión con la realidad de las cosas puede acabar endiosado, y volverse un pelma sacando pecho a propósito de lo suyo. De contar chistes, de darle bien a la pelota, de tener siempre una frase ocurrente, de vestir divino o de tener un cuerpo de infarto.

Yo, contradictorio como soy, tengo tendencia a cantar las virtudes de aquéllos a quienes admiro. En el campo que sea. Pero con una condición no hablada, que lo agradezcan. Porque si llego al punto en que le comento alguien lo bien que lo hace y no valora mi comentario, entonces no se lo vuelvo a decir.

Esa persona ya está envenenada.

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