Asumo, por tanto, que son necesarios los políticos, para hacer la labor de proponer, y en su caso ejecutar, acciones que redunden en el bienestar de la sociedad a la que se dirigen.
Es más, no dudo de la honradez de muchos de ellos.
Lo que sí sé, porque me conozco, es que nunca podría pertenecer a un partido, por muy cerca de mi ideología que se encuentre. Hacerlo implica comulgar con ruedas de molino cuando no se tiene razón, cuando se mete la pata, cuando se mete la mano. Justificar lo injustificable en defensa de la organización.
Escasean los líderes fuertes, sagaces, libres de espíritu y tajantes en la responsabilidad ética.
Tal vez no existan porque el sistema les impide existir.
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