Quisimos verlo en Marbella, por vez primera, en una actuación programada durante meses. Sabíamos que sería uno de sus últimos conciertos, con sus noventa años ya bien cumplidos.
Anularon esa noche soñada y, no mucho tiempo después, falleció.
Sus letras son cursis, su francés tiene erres exageradas, su voz no es prodigiosa y, sin embargo, no me canso de escuchar una tras otra sus canciones acerca de amores tremendos.
En tiempos donde todo va deprisa, Aznavour es la mejor pastilla contra la angustia vital que nos contagian.
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