—Mira, Borete, mira cómo viene cada año a llevarse nuestras penas con su gran manto. Mira cómo se las lleva.
Su Borete ya es un hombre que no cree en vírgenes que nos salven, pero en ese Boretillo que ella dejó aún resuenan sus palabras, ese niño que no entendía las lágrimas de una madre que vivía sus últimos años.
Intenté varios años reencontrarme con esa virgen, en el mismo cruce con la calle Francos donde ella un día me habló de un manto milagroso, pero en el estómago se me hace un agujero de infinito dolor, porque veo a la gente llorar, gentes a las que yo querría explicar que no hay superpoderes en esa Macarena.
Que las penas siguen y las madres se van.
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