Era sevillano, pero vivía en Hamburgo.
Una noche, en una cena que compartí con él y otros amigos, les comenté que me habían ofrecido un puesto en Bucarest.
—Lo he rechazado —expliqué.
Entonces este hombre soltó un discurso sobre lo catetos que somos la gente del Sur, que estamos atrasados, que no hacemos más que mirarnos el ombligo.
Yo, con calma, le hablé de mis años viviendo en Francia, mis largas temporadas en México o Japón, pero que ya había atravesado la barrera de los cincuenta y no me parecía la oferta lo suficientemente interesante como para dejar atrás la familia.
Él insistió.
—Vivís con 20 años de retraso respecto a Hamburgo. ¡Allí se vive el futuro!
Entonces yo, que sabía de sus búsquedas inmobiliarias, le espeté.
—Por eso estás buscando piso en Sevilla entonces, para hacer un viaje astral al pasado.
Se levantó indignado, tiró 50 euros con soberbia para pagar su cuenta y se largó. Mi amiga Susana se quiso acercar a calmarlo, pero yo la paré.
—Deja que se vaya, por favor...
No hay comentarios:
Publicar un comentario