Para ello, hay que saber cómo de útil es, y para saberlo hay que ser sensible y disponer de un estante lleno de bondad.
Saber dar su sitio a la gente que lo merece, agradecer de corazón los favores recibidos, interesarte por aquellos que te hicieron bien, escuchar con atención a quien tiene una historia que le oprime el corazón, visibilizar al que otros transparentan, guiñar el ojo a aquel que ha pensado en ti.
La elegancia es saber estar y saber que estén.
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