—Este paisaje me vuelve loco.
Es apasionante compartir tu vida con alguien al que le vuelve loco desde un paisaje a un plato de fabada. Que lo dice con tal energía que no puede sino contagiarte.
Cuando hay terceras personas me gusta comprobar cuántas veces habla con entusiasmo del mundo. Suelta su risa generosa, se le cambia incluso la respiración y explica sus planes, o cuenta lo vivido el día anterior con la sensación certera de que no hay situación mediocre vista desde sus ojos.
Al pasear para cenar un par de tapas te suelta un 'pero qué maravillosa noche hace', al ir en moto por el centro de la ciudad exclama 'qué alegría vivir aquí', al ir al encuentro de algún amigo 'pero qué ganas de verlo'...
Yo, que de normal soy positivo, me regodeo en su capacidad de apreciar la belleza de las cosas.
Será por eso que su teléfono suena tanto, que tanta gente quiere verlo, que la vida se hace en él de colores.
Muchas noches, cuando estamos ya medio dormidos, se da la vuelta, me abraza y me susurra:
—Me tienes loco.
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