Me enfrenté a mil demonios, pero fui.
Sin saber si sí o si no, con la duda en carne viva y los miedos desbordados, me planté en donde siempre supe que tenía que estar.
Mientras el mundo giraba en su ciclo previsible y mi familia veía la tele en el salón, yo cerré la puerta por fuera con poca mochila y mucho corazón.
Me lancé a descubrir qué se sentía, sin red de protección ni cómplice de emergencia, hasta romper la esfera invisible de lo que debía ser de mí.
Sin pedir permiso ni opinión, a solas con mis pasiones, curioso por descubrir, intruso de mundos que no hubieran sido para mí.
Salté esa valla, llamé a esa puerta, cogí ese tren, pegué ese grito.
Supe desde siempre que había que estar, para no echar hoy en falta la imagen del recuerdo que nunca hubiera existido.
-Salva, qué de cosas te pasan.
-Me pasan porque estuve allí.
Donde se cuece la vida, desordenada y a fuego lento, en el caótico chup-chup de lo imprevisto.
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