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jueves, diciembre 04, 2025

Onda

Soy un gran lector de clásicos.

Haber disfrutado de Madame Bovary, Trafalgar, La tía tula o La montaña mágica es algo que queda dentro para siempre. 

Lo que sí observo, en mis intentos actuales de acercarme a escritores de hace siglos, es cómo la onda literaria actual vibra en otra frecuencia. La falta de tiempo para el ocio que padece nuestra sociedad hace que se haga bola para muchos el poder pausar los ritmos para leer capítulos largos donde, aparentemente, no pasa nada.

No hay paciencia.

Se pide más emoción, más rápido, más golpes de efecto, menos profundizar.

Es un reto al que nos enfrentamos los escritores actuales: saber narrar en la prisa de los demás.

Cada lector mira cuánto queda para terminar una escena, cómo de largo es el texto de facebook, qué porcentaje del ebook llevo leído, qué grosor le queda aún a la novela. 

Corremos, corremos, sin saber muy bien hacia dónde. Sin pararnos a disfrutar de estar parados. De respirar.

Recomendaría vivamente a Machado: 'caminante no hay camino, se hace camino al andar'.

No hay sitio al que llegar.

Muerte

Desde hace años hay una anciana que se muere en nuestro patio.

Sus gritos de dolor no paran desde no sé ya muy bien cuándo. A cualquier hora del día o la noche, de pronto surgen los ¡ay! continuos que se me meten en la piel para recordarme lo horrible que puede llegar a ser la vida.

Son tres hermanos los que conviven en ese piso. Él es un impresentable y a las dos mujeres las recuerdo, de siempre, asomadas a su ventana, dando los buenos días a cada vecino que salía por el portal.

Cada mañana suenan los gritos desesperados de una a la otra:

¡Carmen! ¡Carmen!

Es angustioso tener que irse del mundo así.

lunes, diciembre 01, 2025

Captura

Leía que quedamos para resumir vivencias, no para compartirlas.

Programamos cafés y cenas para ponernos al día, que es precioso, sin atender a que hemos dejado de crear memoria juntos.

Por eso es tan bonito quedar con una amiga y perderse unos días por Italia. 

No es lo mismo contar cómo lo hemos pasado que disfrutar de haberlo compartido.

Vivimos en un mundo programado.

Desprogramémoslo.

Bruno

Hay un restaurante del Algarve al que solemos acudir los viernes por la noche, directos, desde Sevilla, en cuanto terminamos de trabajar.

No es difícil enlazar que lo relacionamos con la pura felicidad.

Vamos a ese lugar no porque tenga la mejor comida, que la tiene, sino porque está Bruno.

Un portugués sumiller, casado con una sueca, recién padre de un pequeñín, que nos aconseja vinos de escándalo.

Cuando llevamos semanas sin ir, escribe a Fran:

"Me acaban de traer algo que os va a encantar".

Sueños

Es difícil que sueñe con alguien que no se desdoble en dos.

Puede acompañarme toda la noche mi hermana Raquel, que al mismo tiempo es la presentadora del Telediario. O mi amigo Martín, que se confunde con un compañero de Aveiro.

Yo vivo odiseas extraordinarias en mis sueños que nadie me sabe explicar.

¿Qué hago siempre conduciendo bicicletas de veinte metros de altura?

Ya en la ducha, tratando de reconstruirlos, me pregunto cómo el hombre ha llegado a la luna y no ha sabido descifrar las aventuras que vivimos al dormir.

Tal vez ahí se encuentre el germen de la mejor terapia mental.