Perfeccionista como es, necesitó de un empujón para organizar el fiestón de esta noche.
—Es un lío —me decía.
—¿Qué mejor motivo puede haber? —le dije, para terminar de convencerlo.
Ya van por cincuenta los invitados. No hay nadie que diga que no, porque todos quieren estar con él.
Ya media vida a mi lado, no puedo ser más consciente del privilegio que fue estar ese día ahí, a esa hora, para dar con él. Hoy yo sería otra persona mucho menos luminosa.
Lo sé.
Porque a mi amor total se une el tremendo orgullo de saber que comparto mi vida con una persona buena, en el sentido más hermoso, y auténtico, de la palabra.
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