Del mismo modo que me comentaba lo higiénicas que eran las condiciones, con los hangares limpios y cada cosa en su sitio, me explicaba el terror de los animales al ver que los van a matar.
—¡No imaginas los gruñidos de pánico! Ellos lo saben perfectamente—me explicaba, conocedora de esa industria.
Yo, omnívoro como soy, sufría con el relato. No es un sufrimiento naif, infantil, modernito, podemita o como se le quiera adjetivar. Es una cuestión de empatía con el animal. ¿No hay otra forma de hacerlo que no implique ponerlos en fila india, oliendo sangre y viendo a sus compañeros morir? ¿No podemos aplicar la compasión a la industria y dormirlos dulcemente antes de sacrificarlos?
A mí no me vale el discruso de 'eso siempre ha sido así'.
Avanzar como sociedad es también ser más humanos con quienes no tienen posibilidad de defenderse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario