Aprendí a llevarlo mejor desde que admití que son normales esos bajones de espíritu.
Nuestra cabeza trabaja sin cesar durante toda su vida, como el corazón al latir. Es lógico que, aunque sea durante milésimas de segundo, haya instantes en que confluyan en sus circuitos tres o cuatro señales uqe nos lleven al desaliento.
Son punzadas, duran poco, hacen daño.
El riesgo es que cronifiquen, que al mirar para otro lado, por aparentar que no existen, vuelvan una y otra vez.
Yo creo que hay que mirar a la aguja que nos pincha y entender dónde nos hace sangre, porque admitir que hay pensamientos que nos dañan es la mejor forma de saber canalizarnos hacia nuestro propio bien.
Cuando llegue el pinchazo, súdalo. Es parte de nuestra naturaleza, no hay que magnificar nuestras debilidades. Forman parte íntima de ti.
No hay comentarios:
Publicar un comentario