La vida también se compone de tonterías y hay que saber disfrutarlas.
A mí, por ejemplo, siempre me gustó el efecto de las farolas cuando se encienden y aún no ha caído la noche. Me da igual de dónde venga esa debilidad, solo sé que viaja desde mi infancia y que cada vez que ocurre me quedo embobado y busco retratar la imagen con una cámara.
Tengo fotos maravillosas en mil sitios que tienen eso en común, una ciudad, una calle, la tarde haciéndose noche y una lámpara encendida.
Algún día las organizaré y montaré un collage.
Algún día, quizás, entenderé qué se desmonta dentro de mí cuando eso ocurre.
De ahí que cuando entré en la galería de Peggy Guggenheim y me choqué de frente con el cuadro de Magritte, entré en éxtasis.
Nunca nadie es tan raro.
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