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jueves, abril 18, 2024

Contemplativa

Nos falta vida contemplativa.

Estoy convencido de ello. De nuestra necesidad, como sociedad, de mirar durante un rato al día los paisajes, las gentes que nos rodean.

Nos iría mejor.

Hacerlo como ejercicio voluntario, cada cual a su manera, pero educarnos a parar sin más motivo que el disfrutarlo.

Llegamos a los sitios, echamos la foto y nos vamos. Para decir, para decirnos, que hemos estado allí. Sin pararnos a oler, a ver las hojas moverse, a sentir los colores.

Tal vez nos dé miedo enfrentarnos a nosotros mismos y por eso buscamos ruido, algo que mirar, algo que teclear.

Lo lento es precioso.

Peor

¿Qué es lo peor que me puede pasar?

Es una pregunta que me hago cuando estoy en un apuro y suele desactivar todas mis alarmas.

Si cierro la puerta con las llaves dentro, o no me da tiempo a preparar la presentación del día siguiente, o no tengo la cartera cuando tengo media compra hecha, o cuando se anuncia huelga de vuelos justo en el período que tienes organizadas tus vacaciones, o cuando me toca el peñazo de turno al lado en una cena.

Lo peor que puede pasar es nimio en relación a la alegría de sentirse vivo.

domingo, abril 14, 2024

Empire State

Suelo viajar a Nueva York con mi padre mientras duermo.

Son excursiones no programadas, con ese superpoder que nos dan los sueños de recorrer miles de kilómetros, en apenas segundos, sin consultar la agenda.

Tal como le ocurría en París, en los días reales de carne y hueso, a él en Manhattan se le va la cabeza hacia las azoteas, pero no encuentra las buhardillas de pizarra que tanto le sorprendían de la capital francesa. 

—¡Qué maravilla de ciudad!

Quizás yo saqué de mi padre esa capacidad infinita de maravillarme. Él no para de girar la cabeza hacia arriba para contemplar los rascacielos mientras yo disfruto observándolo a él observar.

Siempre me ocurre que se me olvida llevarle a ver el Empire State antes de despertarme y me apresuro a tomar el metro para llegar allí, en esos instantes en que aún confundo la vida de aquí con la de allí y me niego a terminar el viaje.

Afortunadamente nunca alcanzamos a ver el gran rascacielos de King Kong, porque me da miedo que el día que lo visitemos ya no tenga motivos suficientes para acompañarme a Nueva York las noches más inesperadas.

Humor

Si escribir es una de las actividades que me pone de mejor humor, ¿por qué, a menudo, me cuesta tanto?

Tiene que ver, sin duda, con el esfuerzo que supone rebuscar en mis tripas. 

Crear desde la nada es tener que dejar parte de ti en el intento, una composición de la que eres responsable último, en la que uno debe utilizar herramientas que están solo a su alcance, métodos que has tenido que inventar para conseguir sacar algo que interese, que aporte, que haga reír o conmover.

Mi principal argumento para escribir es indirecto y no es otro que la satisfacción que sé que voy a sentir cuando termine, porque si el primer motivo para hacerlo fuera que me voy a abrir en canal no tendría nueve novelas entre mis logros, ni un texto diario que compartir contigo.

viernes, abril 12, 2024

Salud

Hay un factor placer en el cuidarse.

Saber que la ensalada que tomas es sanísima, renunciar esa noche a la cerveza, darte el largo paseo hasta Triana pese a la pereza, hacer las flexiones antes de dormir, estirar la espalda en la ducha, comprar un kilo de sardinas en el mercado, con todo su omega 3.

Tenemos que disociar la lucha salud-disfrute, porque las dos caben en el mismo cofre de las maravillas.

Querer a nuestro cuerpo es querer al mundo. Cuidarlo es lo menos que nos podemos pedir.

Fea

—La vida es fea —me decía hace unos días un amigo, en el tanatorio, tras dar el último adiós a su madre.

—La vida es fea hoy —le respondí—. La vida es fea hoy para ti, para nosotros, que estamos aquí contigo.

Sí, así se ofrece a menudo, sin piedad, malaje, dañina, cruel. 

Devastadora.

Me quedé pillado con su frase, que deshice, ya de vuelta, con esos días de sol en las playas de Conil, con los festivales que celebramos en su casa de campo, las fiestas de disfraces, el nacimiento de sus niñas, las cervezas en la Alameda, su pasión al hablarnos de su empresa, las discusiones divertidísimas con su mujer.




Enrique

—¿En qué consiste tu trabajo actual?

—¿De verdad te interesa saberlo? —me respondíió, sorprendido.

—¡Claro que sí!

Hacía tiempo que no nos veíamos y tenía ganas de saber cómo le iba, y en ese saber va incluida también la vida laboral, ésa a la que dedicamos tanto tiempo los que tenemos edad de trabajar y la suerte de tener un empleo.

Yo hago vida con muchos amigos y conocidos que no tienen ni idea de a qué me dedico, les basta reducirlo todo a 'ingeniero de la Renault'.

Una amiga, cuando se refiere a mi trabajo hace el gesto de teclear. Supongo que imagina que yo me paso las horas escribiendo informes en un ordenador, porque no tiene el más mínimo interés en saber. Cada vez que gesticula mi forma de trabajar, me apetece decirle:

—Sí, soy pianista.

domingo, abril 07, 2024

Corregir

A nadie le gusta que le canten a la cara las cosas que hace mal, y todos tenemos defectos, gordos, que se ven desde fuera con claridad.

A mí, desde luego, no me gusta, por mucho que en teoría diga que sí, que quiero mejorar como persona a través de tus comentarios.

Cosa diferente es la forma en la que te lo hagan ver, con cariño y sutileza.

Pues si a nosotros no nos gusta, es seguro que a los demás tampoco, por mucha razón que tengamos en nuestras críticas y buena intención al hacerlas.

Si queremos aconsejar, opinar o influir en la forma de ser de alguien a quien queramos, seamos ejemplares, empáticos y sensibles. No hay que dejar de hacerlo, pero sí hay que provocarlo para que suceda tal como nos gustaría que alguien nos dijera en qué les gustaría que fuésemos mejores.


Ingenuidad

Desdeñar la vida por el hecho de que todos acabamos por perderla es de personas descreídas, no de seres inteligentes.

Claro que esto de existir es una encerrona, desde el momento en el que admitimos que nos han metido en este circo sin preguntarnos y de que no podremos evitar la muerte. Es así de crudo.

Ante esto, soy de reivindicar una mirada infantil sobre nosotros y lo que nos rodea, infantil en el sentido de no perder la capacidad de sorprendernos, de reír a boca llena, de emocionarnos con los logros que vamos firmando.

Todo eso se entrena, a ser ingenuos se aprende.

Al circo de leones donde nos lanzan, tenemos que saber ponerle el decorado, construir lugares donde sentirnos seguros, rodearnos de gente a la que querer. 

Aunque sepamos que antes o después el león nos encontrará, vivamos la mayor parte del tiempo como si éste no existiera.

Es más sabio.

sábado, abril 06, 2024

Refunfuñar

Tengo la sensación de que, cuanto mayores nos hacemos, más refunfuñamos.

Quizás porque tenemos tan claro aquello que nos disgusta, que nos molesta verlo una y otra vez. El niñato, el maleducado, el de la voz en grito, el listillo, el que no para de hablar, quien sabe de todo, quien no quiere saber de nada. Es agotador.

Y refunfuñamos, aunque sea para nuestros adentros.

Pues sí, es una batalla que también tenemos que luchar, la de no convertirnos en insoportables insoportabladores.

Desvanece

Es un fenómeno muy positivo que se produce en mí.

Nací con ese don, el de que se me borre de la mente la cara de la gente que detesto.

No hace falta que hayan pasado veinte años, sino incluso me ocurre con aquel a quien realicé hace pocos días una presentación en el trabajo y me trató con la punta del pie. Intento hacer memoria, y no distingo sus facciones. Como si fuera un bulto con ojos con camisa y pantalón.

Me di cuenta hace unos años y lo celebré. Tengo el poder mental, involuntario, de no retener la cara de las personas que me hacen daño.

Está chulo, ¿verdad?

El ser humano

 Contaba acerca del único accidente de circulación que he tenido. Íbamos por la sierra de Cádiz en dos coches, hacia una casa de campo que habíamos alquilado para un fin de semana largo. Yo conducía el segundo.


Lloviznaba.

En una curva, el que conducía Araceli se salió de la carretera.

—Lo que es el ser humano —expliqué yo—. Yo me salí justo detrás y no nos matamos de milagro.

—Así que no fuiste tú, sino el ser humano —ironizó mi amiga Carmen.

Tenía toda la razón. Cuando hacemos algo bueno, es mérito nuestro. Cuando nos pegamos un castañazo, la responsabilidad es del mundo mundial.

Patinete

Ya en la calle, pasada la medianoche, terminábamos de despedirnos tras una de esas cenas entre amigos que te dan la vida, cuando vimos acercarse una mujer conduciendo con ambas manos un patinete. Llevaba la cabeza doblada en un escorzo imposible para sujetar el móvil entre la oreja y su hombro.

Hablaba a voz en grito.

Nos apartamos para dejarla pasar y nos miramos, hasta que alguien se atrevió a decirlo.

¡Lo que tiene que hablar esa mujer!

Daba pereza de solo pensarlo.

miércoles, abril 03, 2024

Autoridad

Para madurar de forma sana es imprescindible hacerse respetar.

Lo difícil es encontrar el equilibrio en esa tarea de defender nuestro castillo. No debemos establecer murallas inaccesibles ni abrir todos los portones.

Creo que lo entendí desde bien pequeño, que mi vida me iba en ello, en asegurar que nadie se pasaba de la raya conmigo, incluso ya siendo un renacuajo. 

No me ha ido mal.

El problema empieza cuando se ven enemigos por todos lados y la susceptibilidad se convierte en tu compañera de viaje, pero peor es aún no reaccionar cuando alguien te hace sentirte diminuto.

Ése es el arte de vivir, el continuo aprendizaje para encontrar nuestro lugar en el mundo. 

Digno y amigable.

Corazón

Solo a quien se le ha vuelto loco el corazón sabe disfrutar de su latido, pausado, con una mano en el pecho.

Sentirlo ahí, calmado, rítmico, tranquilo, sano.

Quien no supo de problemas cardíacos da por hecho que ese músculo se mueve porque sí, que no merece que celebremos su buen comportamiento.

Apaga la luz, déjate caer en la cama, pon la palma de tu mano en el pecho y siéntelo. Regocíjate con su tic tac, constante, fiel; firme, perseverante, protector.

Es el pulso de la vida. 

domingo, marzo 31, 2024

Tiendas

'Camisas que no necesitan plancharse', vimos en un escaparate de Bolonia.

Me vendrían bien para el trabajo comenté a Fran.

¡Pues entra!

Negué con la cabeza y continuamos el delicioso paseo mañanero.

Soy tan tonto que, por mínima simpatía que tenga el dependiente, cuando atravieso la puerta de un negocio es como si firmara con sangre la futura compra de uno de sus productos.

Ya por la tarde, me acordé de las camisas. 

¡Vamos! insistió Fran.

Hoy ya estoy en el trabajo con una de las dos que me compré, algo arrugada ya.

Mezcla

Se nos acercó el chaval a nuestra mesa y no podía ser más simpático.

Con unos rasgos difíciles de definir, con un toque asiático y pelo rubio, lo llamaban en un idioma difícil de apreciar desde el otro lado del biombo que separaba a los comensales.

Así pasó parte del almuerzo, con visitas del pequeñín para vigilar los platos que comíamos, con una sonrisa en la boca.

Cuando pagaron la cuenta, vimos a sus padres, una joven japonesa, intuimos, y un tipo pelirrojo, tal vez nórdico.

La historia del ser humano es una lucha por no mezclarse, cuando el resultado no puede ser más hermoso.

Turismo

Tras unos días en Florencia, uno vuelve a casa feliz, por encima de todo, empapado de belleza, de conocimiento, con nada que seas curioso, cargado de energía para volver a los días iguales, más sabio, más sensible.

También inquieto por lo que el turismo de masas destroza, entre otras cosas el buen carácter del ciudadano que habita esos lugares. Nos ha sido difícil encontrar un florentino simpático. En el hotel, en los restaurantes, en las taquillas de los museos. ¡Están hasta el gorro de turistas, a pesar de que muchos vivan de nosotros!

Haber combinado el viaje con Bolonia sirve para comparar dos realidades. Una ciudad fagocitada por extranejros, frente a otra que aún mantiene su personalidad. Una donde es imposible hacerse una foto sin que suene un claxon o una protesta, frente a otra donde incluso puedes pedir que te retraten.

Viajar no puede volver a ser una actividad elitista, no iría por ahí mi razonamiento, pero me cuesta encontrar una solución a la habitabilidad de ciudades-museo que pueden acabar por ser caricaturas de lo que fueron.

Inteligencia

Una persona no puede ser inteligente si no sabe escuchar.

Así me lo resumió Fran tras una cena agotadora en la que la otra persona no se molestó siquiera en disimular con un ¿qué tal estáis?

Reconozco que es un tema sobre el que me repito, de tan llamativo que me resulta. Esas ansias por el yo, yo y yo sin preocuparse por el vosotros.

Acaba ocurriendo que con gente así terminas por no quedar, que es menos complicado, tal vez menos valiente, que decirle 'no hay quien te aguante'.

Sí, la inteligencia es, también, callarse y escuchar.

martes, marzo 26, 2024

Yiyi

A veces, suena muy novelero cuando se dice eso de que alguien no ha muerto, por el hecho de que sigue vivo en nosotros, pero en el caso de mi tío Yiyi es muy fácil de explicar.

Cuando apenas tenía 13 años, un niño enclenque en un colegio homófobo y ultracatólico, fue él la primera persona que me vio en el agujero y tiró de mí hacia fuera.

Borete, tú te vas a apuntar a remo con mi amigo Anchoa.

Convenció a mi madre y no me dieron opción.

La semana siguiente, nervioso como un perro chico, me planté en ese club deportivo y allí estuve entrenando a diario hasta que entré en la universidad.

Descubrí que había otro mundo, hice amigos, aprendí valores nuevos, comencé a formar un cuerpo de hombre, salí de la ratonera de mi habitación, ¡respiré!

Si Yiyi no hubiera tirado de mí, yo sería hoy una persona mucho menos interesante.

Él se nos fue el viernes pero, con el tanatorio abarrotado para despedirlo, seguro que seguirá viviendo en muchos de los que estábamos allí.

lunes, marzo 25, 2024

Presumir

Presumir de lo propio nunca debe implicar atacar lo contrario.

Caben mil amores en el tarro de nuestras perdiciones. Del mismo modo que caben otras tantas combinaciones en los de los demás.

Somos dados a criticar otras ciudades para alabar la nuestra, a otras costumbres para ensalzar las que nos gustan, otras culturas, gastronomías, paisajes para resaltar lo que nos conmueve a nosotros, sin pensar nunca en que, quien te escucha, puede llevar a fuego en su corazón el amor por aquello que despreciamos.

Yo me pienso muchísimo el decir que algo no me gusta, prefiero mil veces hablar de lo que me emociona.

Tacos

Será que soy demasiado cursi, pero me llevo muy mal con lo soez.

Hasta la palabra soez me resulta soez.

No me valen ni siquiera las situaciones extremas para utilizar la brocha gorda a la hora de expresarse. Por muy cabreado, angustiado o indignado que uno esté, sacar el listado de palabras malsonantes, escatológicas y bajunas es una forma, torpe, de retratarse. Incluso los gestos. No soporto aquel de bajar los dedos índice y corazón por encima de la nariz para referirse a la miseria económica. Mucho menos el del dedo corazón hacia arriba.

Es esa situación crítica la que nos tiene que mostrar como lo que somos, personas que controlan la aparente inercia de la palabra fea cuando vienen mal dadas.

Partido

Entiendo que deban existir los partidos políticos, porque creo en la democracia.

Asumo, por tanto, que son necesarios los políticos, para hacer la labor de proponer, y en su caso ejecutar, acciones que redunden en el bienestar de la sociedad a la que se dirigen.

Es más, no dudo de la honradez de muchos de ellos.

Lo que sí sé, porque me conozco, es que nunca podría pertenecer a un partido, por muy cerca de mi ideología que se encuentre. Hacerlo implica comulgar con ruedas de molino cuando no se tiene razón, cuando se mete la pata, cuando se mete la mano. Justificar lo injustificable en defensa de la organización.

Escasean los líderes fuertes, sagaces, libres de espíritu y tajantes en la responsabilidad ética.

Tal vez no existan porque el sistema les impide existir.

sábado, marzo 23, 2024

Vino y quesos

Los días de vino y quesos sí existieron.

Es una imagen que nunca debemos perder de la cabeza. Existieron y, tal vez, volverán.

Los días en que quisimos con el corazón, en que nos dolió la barriga de reír, en que descubrimos un paisaje al girar una curva que nos hizo exclamar ¡qué maravilla!

Esos días existieron y fueron nuestros. Y habiendo existido, ya son nuestros para siempre.

Y eso vale más que todas las riquezas acumuladas.

Aznavour

Qué dulce es pasar una tarde tranquilo en casa escuchando a Aznavour.

Quisimos verlo en Marbella, por vez primera, en una actuación programada durante meses. Sabíamos que sería uno de sus últimos conciertos, con sus noventa años ya bien cumplidos.

Anularon esa noche soñada y, no mucho tiempo después, falleció.

Sus letras son cursis, su francés tiene erres exageradas, su voz no es prodigiosa y, sin embargo, no me canso de escuchar una tras otra sus canciones acerca de amores tremendos.

En tiempos donde todo va deprisa, Aznavour es la mejor pastilla contra la angustia vital que nos contagian.

Macarena

Como ese sobre en el que nos escribió antes de morir y no me atrevo a leer, mi madre se aparece este día en el que yo cada vez estoy más lejos de Sevilla, de esas calles frías de madrugada en las que pasean a esa Macarena que le provocaba unas lágrimas enormes al verla pasar.

Mira, Borete, mira cómo viene cada año a llevarse nuestras penas con su gran manto. Mira cómo se las lleva.

Su Borete ya es un hombre que no cree en vírgenes que nos salven, pero en ese Boretillo que ella dejó aún resuenan sus palabras, ese niño que no entendía las lágrimas de una madre que vivía sus últimos años.

Intenté varios años reencontrarme con esa virgen, en el mismo cruce con la calle Francos donde ella un día me habló de un manto milagroso, pero en el estómago se me hace un agujero de infinito dolor, porque veo a la gente llorar, gentes a las que yo querría explicar que no hay superpoderes en esa Macarena.

Que las penas siguen y las madres se van.

Talibán

De Afganistán aprendimos, desgraciadamente, un término que utilizo mucho.

Talibán.

Hay mucho talibán fuera de Afganistán. En mi misma calle, en mi trabajo, en mi familia.

Nos cruzamos con ellos a diario, gentes que nos regalan sonrisas, que nos saludan, que se interesan por saber cómo estamos, que no te tiran piedras físicas.

Pero quisieran.

Gentes radicales que todo lo juzgan con un prisma inamovible, sesgado, rotundo, inmisericorde.

Todavía no

Caminaba por el centro a esa hora en la que me gusta callejear para bajar las pulsaciones de las tensas jornadas de trabajo.

Sin rumbo fijo, atravesé una calle en curva que da acceso al parking de El Corte Inglés, cuando vi a doscientos metros acercarse un coche de alta gama, que aceleró.

Lo hizo tanto que tuve que correr para subir a la acera en una zona donde el máximo de velocidad permitido es de 30 km/h.

Cuando pasó a mi lado, me encontré a un grupo de niñatos de familia bien. El conductor tenía la ventana bajada.

¿Pretendías atropellarme? Pregunté, con mi corazón a cien.

No. Has visto que no te he atropellado los demás se reían. ¡Todavía no!

Todavía no...

Noche tenebre

No hizo falta más que una mirada para entendernos.

Aquello nos había impactado.

Desde ese día nos juramos que había que volver a repetir.

Era Jueves Santo y habíamos llegado a esa iglesia por puro azar, tras una larga caminata por las calles comerciales de Florencia. Serían las ocho de la tarde.

Al abrir la puerta, dudamos si podíamos entrar, pero entramos. Allí estaba pasando algo indescriptible. Un espacio inmenso de incienso y velas, con las estatuas de los santos tapadas de terciopelo negro y cientos de mujeres, vestidas como vírgenes, arrodilladas frente a una capilla. Sonaba música de órgano, mientras cantaban con voz muy baja.

Sin hacer ruido, Fran y yo nos situamos lo más camuflados que pudimos, entre las bancadas.

Era la 'noche tenebre'.

Mañana salimos para Florencia, abducidos por esa noche, en ese sitio, a dejar el espíritu correr como quien saca a un perro por la montaña.

sábado, marzo 16, 2024

Michelangelo

Lo llaman el fenómeno Michalangelo y no sabía que existía.

De hecho no sabía que lo sabía, ni que Fran y yo lo practicábamos ya.

El nombre se debe al efecto de esculpir. De esculpir a tu pareja.

¿Cómo se hace eso? 

Valorando sus mejores cualidades. Si Fran es una persona altruista, que lo es, fomentando el que lo siga siendo. Si yo soy constante, que lo soy, él halaga frente a los demás mi constancia.

Pero el tema no queda ahí. La mejor forma de poner en valor su altruismo es potenciarlo en mí, que es la  manera ideal de demostrarle lo mucho que aprecio esa actitud en él. Y viceversa.

De esa forma vas esculpiendo tu yo ideal en el otro, sin manipular, sin imponer, sino resaltando todo lo bueno que hay en la persona que amas, para hacerlo crecer, y demostrarle que, por lo mucho que lo quieres, tú también luchas por ser así.

Una manera de amar que hace crecer a los dos.

Manitas

Qué rollo es no ser manitas.

O, ni siquiera querer intentarlo.

Más rollo aún cuando tu pareja tampoco lo es.

Así que acabamos conviviendo con puertas desvencijadas, persianas descolgadas, luces mal orientadas y apaños por doquier.

Lo más irritante es cuando alguien me dice, 'mucho ingeniero, pero no sabes ni arreglar un enchufe'.

Llega el día en el que, con dos cervezas, nos decimos. 'Esto no puede seguir así'.

Pero con la tercera cerveza, cambiamos de conversación.

Los otros

Me da mucho más miedo la muerte de los que quiero que la mía propia.

No por una cuestión de bondad, sino de egoísmo. Yo no quiero sufrir.

Soy de los que piensa que, cuando uno muere, todo se acaba, luego en el momento en el que yo desaparezca tengo claro que ya no habrá dolor, ni gozo, ni angustias dentro de mí.

En cambio, el día en el que alguien muy amado se vaya de mi lado, tendré que sufrir la pena, enorme, real, sentidísima, de no poder abrazarlo nunca más.

Sí, hombre

Ocurre todos los días y todas las noches caigo.

Él, que siempre está ya en la cama cuando yo me acuesto, espera a que ponga las alarmas, organice mis libros, haga un zapping rápido por la tele y acomode mis almohadas, y así, para cuando ya me he colocado cómodo, me suelte.

Échate para allá para el otro lado de la cama, para abrazarme.

Entonces mi yo más arisco, el organizado, el que está concentrado en lo que ha hecho en el día y lo que tiene por hacer mañana, siempre le responde.

¡Sí, hombre! con cara de cuerno.

Y viene la carcajada de Fran.

Papá

No ocurre a diario y, tal vez por eso, no deja de emocionarme.

Voy a realizarme una transferncia de una de mis cuentas a la otra, para evitar dejar a la segunda en números rojos, y aparece como posible destinatario su nombre, Salvador Navarro Sanz. 

Voy buscando en la agenda el teléfono de Pablo y me aparece el de 'Papá'.

Trato de buscar una foto de la última vez que estuvimos en algún lugar del mundo y por allí aparece su imagen, días antes o después de ese viaje que quería encontrar.

Aparece de golpe, sin avisar, sin esperarlo y la melancolía, como si pulsaras un botón, lo invade todo.

Torrijas

Cuánto me gusta una torrija y ¡cuántas historias hay en cada bocado que les das!

Sí, se han puesto de moda como postre estrella todo el año, compitiendo con la tarta de queso. No hay restaurante que se precie que no tenga en su carta una reinterpretación del típico dulce de Semana Santa.

En estos días, en cambio, aparecen las clásicas, esas bañadas en vino o miel en una bandeja de cristal, las que te hacen despertarte antes de la siesta solo imaginando cómo se van a deshacer en tu boca. Y con ellas viene la cocina de mamá, el trabajo en cadena que hacíamos los niños para elaborarlas.

Tú las vas metiendo en leche, Borete.

Como la magdalena de Proust, nos llevan a tiempos en los que la vida era menos complicada.

Orfandad

No es ni mejor, ni peor, pero la orfandad es determinante en la vida de los que hemos vivido la muerte tan de frente de pequeños.

Yo tengo muy presente a quienes han perdido a alguno de sus padres siendo pequeños, porque siento que me une algo importante a ellos, en las sonrisas, en los gestos, incluso en las carcajadas.

Suenan de otro modo y no tienen por qué ser más tristes.

Esa sensación de perder para siempre un pecho en el que refugiarte te configura como una persona especial, que tiene que construir a su propio progenitor dentro de sí.

Yo, que no soy creyente, vivo desde los dieciocho años con mi madre en mí. Soy yo mi madre, soy ella, y cuido de mí.

Histéresis

No puedo negar que la carrera de Ingenieros fue un episodio duro.

Huérfano de madre a pocos días de comenzarla, atormentado por mi sexualidad, estudiar esa carrera era una condena más en la que sentía que hacía lo que los demás esperaban de mí, no lo que yo deseaba.

Fue un período tormentoso al que trataba de buscarle rendijas por donde asomarme al mundo futuro que sí quería vivir, de ahí que jugara a darle un enfoque a unos estudios tan fríos con una visión humanista, y así aprender de la vida, de modo que me empezaron a emocionarme algunas asignaturas, como las ecuaciones diferenciales o la física electrónica.

Hay dos términos que retuve para siempre, la entropía y la histéresis, tan fácil de explicar el primero como complicado el segundo, si no es a base de fórmulas.

La entropía viene a ser aquella ley física que viene a confirmar que tendemos siempre, sin excepción, al desorden. Nunca, jamás, se vuelven a dar las mismas circunstancias en la vida. La repetición total no existe. ¡Y cuántas veces no me habré lamentado de ello!

La histéresis, por su lado, la siento día a día, pero nunca he sabido explicarla, hasta que el otro día la visualicé.

Aunque sean los mismos metros de distancia, no hay la misma emoción antes y después de un abrazo, cuando estás a diez metros de esa persona a la que quieres abrazar, que a diez metros de ella cuando ya te ha achuchado.

Eres otra persona en el mismo lugar.

Luz

Un amigo mayor que yo, al que admiro y respeto, me dijo hace unos años una frase que me ha acompañado todo este tiempo.

Salva, transmites luz.

En esa charla me animaba a seguir amando así la vida, a aprovechar de todo lo que había conseguido crear a mi alrededor, a ser consciente de mi propia felicidad.

Yo, sin falsa humildad, le di la razón, porque no veía en mí sino a un hombre que había dejado atrás un pasado oscuro, el de la época adolescente en la que él me conoció, para convertirme en alguien con la fuerza que da el quererse.

Como todo en esta vida, esa frase también implica una carga, potente, una responsabilidad personal. Cada vez que viajo por situaciones que me provocaban emoción y la emoción no aparece, me lo planteo.

¿Me habré apagado ya?

domingo, marzo 10, 2024

Estrés

Uno de mis enemigos más feroces es el estrés, ganador de mil batallas contra mí.

No pocas veces me ha dejado noqueado en las urgencias de un hospital y, aún así, sigo sin poder con él.

Nada más claro que yo elegí mi vida, una profesión que requiere mucha responsabilidad a cambio de permitirme disfrutar del mundo en su plenitud.

Yo me digo que yo controlo, que sé priorizar lo que de verdad importa, que manejo bien las situaciones extremas, que sé dejar en el despacho los problemas de mi equipo o las exigencias de mi empresa.

La mayoría de las veces lo consigo, lo que ocurre es que el estrés siempre está al acecho, esperando un descuido en mí para plantarse de frente y decirme, 'éste es el precio que tienes que pagar por ser un privilegiado'.

Glucosa

Estoy convencido de que hay determinadas verdades irrefutables en lo que a la nutrición se refiere y muchas de ellas tienen que ver con el azúcar, los carbohidratos y la glucosa.

Enamorado como soy de la pasta, la restrinjo al máximo para no pecar.

Enamorado como soy de Italia, no hay menú que se precie allí donde la lasaña, los tagliatelle o las pizzas no sean platos principales.

Teniendo un cuñado veneciano, sé bien que no entra en la cocina si no es para preparar alguna de esas especialidades italianas.

Me falta una variable en esta ecuación. Si tan evidente es ese estigma, ¿por qué los ciudadanos de ese país no tienen peor salud o calidad de vida?

Las realidades científicas son más defendibles con ejemplos concretos.

¿Qué es lo que se me escapa?

Sexy

La inteligencia es sexy.

La respuesta ágil, el razonamiento estructurado, las comparaciones apropiadas, el sentido común bien aplicado, la visión simple de cuestiones complejas, la claridad en las explicaciones, la priorización de los problemas, la escucha activa, la capacidad de entender al otro.

No sé hasta qué punto y en qué proporción uno nace con esa cualidad o la entrena, sólo sé que a mí me atrae, me erotiza, una mente brillante.

Sobre todo cuando, tras de ella, hay una persona humilde.

sábado, marzo 09, 2024

Humildad

La humildad es hermosa, incluso cuando se practica como estrategia.

Tú puedes saber que vales más que la otra persona en determinado campo y no por eso debes refregarlo en la cara de quien te escucha.

Cantar las propias virtudes es, además de torpe, una forma retorcida de mostrarse.

Las cualidades de cada uno no deben explicarse, sino que los otros tienen que confirmarlas por tus hechos.

No sirve de nada hablar de nuestra calidad humana, tienen que descubrirla los demás.

Quejica

No me fío de los quejicas.

De los pejigueras con la comida, de quienes hablan a todas horas de enfermedades, de los que ponen pegas a todas las ciudades que visitan, de aquellos a quienes les aburren todos las novelas, 

Me alejo de los expertos en ver el gris incluso en paisajes de colores.

No me gusta la gente a la que no le gusta nada.

miércoles, marzo 06, 2024

feminista

Soy un hombre homosexual feminista. Dos características históricamente vapuleadas.

Tal vez por esa primera condición, la de mi sexualidad, soy especialmente combativo por la segunda, la igualdad entre hombres y mujeres.

Por mucho que quieran deformar el discurso los que abanderan las críticas contra ese movimiento, tachándolo de guerra soterrada contra el hombre, el fin último de la liberación de la mujer es vivir en una sociedad de iguales, donde todos, sea cual sea el sexo y la sexualidad, vivamos con dignidad.

No hay causa más justa que la feminista, porque nos involucra a todos por igual en el objetivo más noble, el respeto profundo a nuestros semejantes. 

domingo, marzo 03, 2024

Seguridad

Admiro el aplomo que deriva del conocimiento.

Cuando un médico te responde sí o no, sin titubeos. Cuando lo hace un compañero de trabajo respecto a cuestiones que suponen muchos miles de euros. Incluso cuando en un restaurante preguntas por una recomendación.

El carpaccio de alcachofas.

La duda interna es una fuente de sabiduría en el día a día, porque nos abre las puertas a la reflexión y eso nos hace crecer. Dudar es reconocer nuestras flaquezas y trabajarlas.

Pero cuando necesitas una certeza, qué atractiva es la persona que te responde, firme, a los ojos, cuál es su verdad.

Rencor

Siempre he pensado que un poquito de rencor es bueno.

Que ejerza de memoria respecto a quienes me hicieron mucho daño, que los hubo. 

Me parece demasiado naif eso de olvidar traiciones y puñaladas.

No es cuestión de poner fotos en tu habitación a las que ir lanzando dardos antes de irte a dormir, sino de saber con quiénes no, nunca, a ningún lado.

Lluvia

Estoy seguro que que el hombre controlará que llueva lo preciso, donde sea necesario y a las horas en que no moleste.

Tanto como que dará con la técnica, individualizada, para eliminar el horroroso drama del cáncer de nuestra sociedad.

No tengo dudas de que encontrará la fórmula para producir alimentos suficientes para toda la población sin destrozar el planeta.

Lo que no tengo claro es si ese mismo hombre se matará antes a sí mismo en guerras de soberbia, ira y rencor.

El bienestar personal tiene mucho que ver con cómo tenemos compartimentada la cabeza.

Si tu mente es un solo espacio donde todo se confunde, es difícil manejarte con soltura por el mundo. Los traumas y los proyectos se juntan y de esa ensaladilla no puede salir la calma que requiere el sentirse bien en la propia piel.

Las pérdidas, que todos arrastramos, deben tener su sitio en nuestro cerebro, pero deben estar bien separadas de las preocupaciones del día a día, y éstas deben tener un sitio apartado de aquél donde están nuestras ilusiones de futuro. El amor, el deseo sexual, la ternura, la reflexión. Debemos poder abrir esos cajones en cada momento preciso.

Si una muerte de alguien querido causa estragos en cada uno de nosotros, tenemos que encontrar el modo de acudir a ella cuantas veces lo necesitemos, pero sin que todo nuestro pensamiento se llene para siempre del aroma negruzco del dolor.

Eso no es traicionar a nadie, sino vivir con dignidad.