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lunes, octubre 19, 2020

Perro

Salía de cenar con la alegría de un buen vino y ya en la calle, mientras esperaba que Fran viniera del baño, crucé la mirada con un perro gordote que me clavó los ojos.

El alcohol facilitó que le mantuviese la mirada y tuve la fuerte sensación de que me pedía socorro. Miré a sus dueños y no me gustaron.

¿Hasta qué punto sufren los animales la incomunicación de no tener un lenguaje entendible por los humanos?

No hace muchos días mi hermana Mónica perdió a su perra. La había recogido abandonada en la calle, la cuidó con un cariño inmenso y murió de puro agotamiento por la edad. Pero no hay consuelo para mi hermana.

A mí me asustan esas relaciones de afecto extremo con los animales. Sé, porque en casa de mis padres siempre hubo perros, del cariño, la lealtad y la compañía que te dan, sin embargo me aturde que establezcamos relaciones casi humanas.

Tal vez porque intuyen cómo pienso, siempre que había jaleo en casa era yo quien me llevaba el bocado. Aún tengo un recuerdo en la ingle.

¿Qué dirían de nosotros si pudieran hablar? ¿Nos reñirían o nos aconsejarían?

Yo llevaba unas copas de más, pero ese perro me gritó socorro con la mirada.

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