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sábado, octubre 10, 2020

Jefe

En demasiadas ocasiones la gente evoluciona profesionalmente hasta su propia incompetencia.

Se justifica en la presión de la empresa o la administración, y es seguro que algo de eso habrá, pero en el fondo lo que existe es una falta de equilibrio personal de ese individuo al aceptar puestos no acordes a sus capacidades.

¿Pero quién dice que no a un ascenso?

Yo mismo he tenido duda de mis competencias en determinados puestos. Eso se nota cuando estás al límite en la gestión de los problemas del personal, en la respuesta a los problemas diarios, en la visión a medio plazo de tus objetivos. Cuando llegas al punto en que tus habilidades comienzan a resentirse es momento de pensar que tu tope está muy cerca. Y no pasa nada.

La ambición, sin embargo, es terrible compañera. Hay quienes se ven cegados por ella, quienes aplican todas las estrategias posibles para subir otro peldaño, para ganar poder, para aparentar más.

¡Qué miedo da ese profesional! ¡Qué miedo cuando no es la brillantez el principal argumento para promocionar!

Son personas que, acorraladas por sus propias limitaciones, pierden los nervios, gritan, dejan de escuchar, dan instrucciones contradictorias y pierden su vida personal.

Suele pasarle a los que no tienen más vida que su trabajo.

Me he cruzado con demasiados en mi carrera profesional y yo, personalmente, les agradezco que me muestren el camino de lo que nunca querré ser.


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