Yo tenía una abuela divertidísima.
Mis padres nos dejaban en su casa los viernes por la noche, a los cuatro hermanos, para poder darse el lujo de cenar a solas.
Ella siempre nos hacía tortilla de patatas. Al menos mi recuerdo me dice eso. Y estaban buenísimas. La rodeábamos en la cocina, con su delantal, y nos ponía al día de su semana. Casi nunca salía de la casa, por lo que sus novedades se ceñían a poco más que la visita al médico y la compra semanal en la Puerta de la Carne.
Nos hacía callar cuando llegaba el 'Hombre del Tiempo'. Pienso que era su amor platónico. Moría con él.
Con el gazpacho y las tortillas servidos, se sentaba en el sofá y comenzaba a contarnos chistes. Habría que vernos a los cuatro enanos sentados alrededor de la mesa-camilla escuchando sus carcajadas. Porque no nos enterábamos de la mitad. Se reía tanto contándolos que se atragantaba y no los terminaba. Se sacaba pañuelos del pecho y se secaba las lágrimas
Al llegar la película rebuscaba el teleprograma por debajo del cojín de su sofá. Ahí cabía de todo. Entonces nos contaba entera la peli.
-Abuela, que es de dos rombos.
-Eso es porque es de policías.
Y se quedaba frita en los primeros cinco minutos entre nuestras risillas nerviosas de maldad.
Mis padres nos recogían a rastras, sin despertarla, cada viernes noche.
Yo no recuerdo ninguno de sus chistes, pero resuenan claras en mí sus carcajadas. Como si el último viernes hubiera estado allí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario