Cenábamos ayer en Valladolid tras una jornada maratoniana de trabajo y nos sorprendimos gratamente, en un local que al que suelo ir, con un plato riquísimo, una base semilíquida de aguacates, atún y mango con un toque picante.
Un compañero me comentó que, en ocasiones así, le explica a su mujer el plato y ella llega a descifrarlo, a través de sus explicaciones, hasta componer la misma receta.
Me decía que le había pasado varias veces.
—Me hace el plato exactamente igual.
Al instante, rectificó.
—Hace el plato exactamente igual.
Nadie prestó atención a la aclaración, pero yo se lo agradecí y él valoró mi agradecimiento.
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