No le quito razón, nací con un semblante serio, tanto que hay gente que me dice, tras conocerme, que soy mucho más simpático de la imagen que doy.
—Te voy a comprar unas naranjitas dulces —me provoca Fran otras veces, antes de hacerme una foto—, para ver si se te cambia la expresión al comértelas.
Yo me doy cuenta en las reuniones de trabajo que hacemos por videoconferencia. Miro mi cara en la pantalla y me digo, qué pinta de malaje tiene ese tipo que soy yo.
Entonces, me sonrío y cada célula de mi cuerpo se reposiciona para hacerme aún más feliz.
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