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lunes, junio 06, 2022

Rocío

A mí no me gusta el Rocío, y no por eso soy menos andaluz.

Ni los toros, y no creo que por ello me tengan que tildar de tibio en cuanto a la defensa de mis raíces.

Tengo gente a mi alrededor que vive en esta ciudad, tampoco demasiada, sin haber hecho el camino a la Aldea ni haberse asomado a los tendidos de la Maestranza en tarde taurina.

Además, no lo echamos en falta, ni presumimos de ello, ni consideramos que nuestro pedigrí sea menos auténtico.

A mí me no me agrada que se relacione lo andaluz con una fiesta regada de alcohol en honor a una virgen, pero está ahí desde hace siglos y permanecerá mientras yo no sea más que ceniza esparcida en cualquier campo. Sé de quien la vive con fanatismos, pero sé también de quien, por el contrario, lo disfruta como una exaltación de autenticidad, fervor popular y belleza estética.

Sé de personas muy queridas que viven por y para el Rocío. No voy a dejar de quererlos igual.

Un pueblo no será del todo libre mientras cada uno de sus ciudadanos no pueda expresar, sin temor a ser señalado, qué es lo que le disgusta de su tierra, cuánto cambiaría de ella, qué eliminaría, cuánto reformularía. Por el simple hecho de quererla.

Y porque uno sólo quiere lo mejor para los suyos.


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