He tenido dos grandes jefes a los que admiré durante el tiempo que trabajé con ellos. Varios años en ambos casos. Me resulta curioso, en cambio, que de todas las grandes enseñanzas que pude recibir de ellos, me quedé con dos muy tontas que me hacen recordarlos a diario.
Uno de ellos me aconsejó no enrollar el cargador del móvil, al guardarlo, como si fuera una bobina de lana.
—Se te va a romper el cable si sigues haciéndolo así.
El otro siempre llamaba la atención cuando, al terminar una reunión, la gente arrastraba las sillas para levantarse y no las colocaba en su sitio.
Así que, cada vez que termino de comer, me levanto con extremo cuidado, sin hacer ruido, y coloco bien la silla pegada a la mesa; del mismo modo que cada vez que hago la maleta, y la hago a menudo, trato con cuidado el móvil del cargador.
Al menos, los tengo presentes.
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