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viernes, noviembre 19, 2021

Manzana

Cada mañana de mis días de trabajo me levanto como un zombi, a horas inhumanas, y tiro para la nevera.

Busco mi buche de zumo de manzana. Desde hace años. Media vida.

La casa está a oscuras y es la sensación más animal de todo el día, como el niño que busca la teta de la madre. Siento el líquido, frío, bajar garganta abajo y una sensación de placer primitivo, infantil, potente, de transición hacia la vida tras el sueño.

Le doy un sorbo corto, de una sola vez, porque ya un agorero me dijo que no era bueno un atracón de zumo nada más levantarse. 

Siempre hay quien te recuerda que la vida no es poesía.

Hay noches en las que en mis sueños más rocambolescos, cuando subo por un precipicio con un coche de ruedas en el techo y el lagarto que llevo de copiloto se ha cansado de hacerme cosquillas, pienso en el dulce sabor de la manzana y conecto, de golpe, los dos mundos en los que vivo.

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