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viernes, noviembre 12, 2021

Coraje

Nos han educado para que la felicidad ajena dé coraje.

Para buscar el defecto en la sonrisa, el mollete en los abdominales, la incoherencia en el discurso.

Hemos crecido en la crítica ridiculizadora hacia el que se siente cómodo en su piel, porque esa persona seguro que tiene una vida gris detrás de su gesto amable. O no está bien de la cabeza. O muestra lo estupendo que le va todo para restregarnos lo mediocres que somos. 

'Pobrecito, no se entera de la misa la media. La vida es otra cosa'.

No. La vida no es otra cosa. La vida es aquello que queramos construir.

La sociedad nos ha inoculado el virus de la incredulidad hacia el que triunfa. Somos especialistas en compadecer a aquel a quien le va mal, pero digerimos mal a quien la vida le sonríe.

Estamos capados para disfrutar de las carcajadas del otro, con lo frustrante que es no saber contagiarse de ella.

Debemos exigirnos escapar de esa venenosa espiral que consiste en recelar del merecido disfrute de quien vive a pleno pulmón. Más que nada porque en nosotros está el abrirlos en grande para respirar nuestras propias victorias de cada día. Que las tenemos. Todos.

El otro día una persona a la que quiero de corazón, que me conoce desde que yo era un adolescente, me enviaba un mensaje para decirme: 

¿Realmente lo que escribes sobre ti es verdad o es una pose? ¿Estás escribiendo realmente sobre ti o es una licencia literaria para hacerte protagonista de tu propia novela?

Ya quedaron atrás mis armarios emocionales, le respondí.

Todo lo que transmito es todo lo que siento. 


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