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viernes, agosto 21, 2020

Rayado

Una de las personas que más me quiere en este mundo vive en Huelva.

Se llama Mariángeles y nuestro amor es incondicional. Nos queremos, nos escuchamos, nos protegemos.

El otro día, apurada, me escribió. Ella lee mis textos en las redes sociales y no se manifiesta. Ella sabe en todo momento dónde estoy, pero no lo dice. No hace falta pensar igual para quererse mucho. Somos planetas diferentes en un universo sólo nuestro.

'Salva, no quiero molestarte, pero has escrito esto...'

Y me enviaba un pantallazo de uno de mis textos con una falta de ortografía como una casa. 

'Creo que pan rallado no es con y'.

Pues claro que no. Se me había pasado. Me entró un cierto acaloramiento y lo corregí rápidamente.

Son muchos los despistes, pero no quise excusarme. Menos ante ella. Uno se equivoca y corrige. 

Tendemos a buscar excusas. Son las prisas, soy medio disléxico, es el corrector... No. Me he equivocado y punto.

Admitir los errores sin matices es una forma sana de sudar nuestras imperfecciones.

'Gracias, Mariángeles', le contesté, 'ya está corregido'.

Aproveché entonces para decirle que me alegraba saber que me leía. Y que seguía cuidando de mí.

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