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viernes, agosto 28, 2020

Encerronas

Tengo demasiada gente querida atrapada en sus propias encerronas. 

Gente que te convence de no querer estar en las relaciones en las que están. Que justifican todo como algo transitorio desde hace demasiado tiempo atrás.

Incluso no es necesario que te expliquen para tú ver. Que ocultan a su pareja, que no presumen de ella, que no hay caricias ni guiños cómplices.

Te interesas y confiesan. Les escuchas y se desahogan. Empatizas y les animas.

Pero son mentiras, porque en lo más profundo son ellos los que no quieren escapar de esas encerronas. 

Llegan a presentarte escenarios tan tristes y faltos de amor, ejemplos tan concretos de desafecto, que comienzas a sentir pereza por ver a sus parejas. Pereza que se convierte con el tiempo en repulsión. Te solidarizas con su vida carente de motivación. Les pides que den un paso y te lo prometen.

Sin embargo, vuelves a cruzártelos por la calle, a tenerlos frente a ti, juntos, tomando una cerveza.

Dejas entonces de preguntar por su relación, obvias a la otra persona, como a un fantasma inexistente. Al no nombrar a su pareja ni a su vida emocional, dejas de hablar de temas mínimamente transcendentes, acudes a lugares comunes para acabar alejándote de esa persona querida que cada vez hace más grueso, opaco e insonoro el muro de sus encierros.

Te mienten con total sinceridad para justificarse sus propias cobardías.


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