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sábado, julio 17, 2010

Memoria

Esta semana pasada tuve la oportunidad de reencontrarme con un viejo amigo de la época lejana en que pasamos de adolescentes a adultos.

Un email de la que fue mi promoción del colegio para reunirnos en el XXV aniversario nos sirvió para rebuscar entre los destinatarios y contactar.

Tras pasarnos los teléfonos y morirnos de risa escuchando nuestras voces surgidas del túnel del tiempo, quedamos en un café de la Avenida.

A través de él recordé lo que no conseguía traer a mi mente, ¿en qué momento habíamos dejado de vernos? En un camping de las afueras de París, ésa era la respuesta y me la dio él. Recorrimos Europa con interrail y yo me quedé unos días más en mi ya por entonces adorada capital francesa. Teníamos poco más de veinte años.

Por entonces él se había echado novia, su actual mujer, era verano, cada cuál fue tirando para un lado y no nos volvimos a ver.

A mí, de él, me venían imágenes menos elaboradas. Lo recordaba con su seat ibiza rojo y escuchando música británica: Lloyd Cole, Prefab Sprout, Lisa Stansfield... Me acordaba de la calle donde vivía, que estudiaba Derecho y que me llevaba bien con él.

En cambio, a mí me preguntaba cosas concretas que me hacían volver a tiempos pasados de forma vertiginosa, porque quizás la memoria está en los detalles y cada persona tiene organizada su cabeza de forma distinta, ordenando la información según sus neuronas estén configuradas o su manera de ser sea más sensible, compleja, práctica o selectiva.

Fue un verdadero shock en positivo.

Poco cambiado en lo físico a pesar de los veinte años pasados, me transmitía lo que tal vez viera él reflejado en mí como un espejo: los desengaños vividos y la paz interior de quien no se mueve ya por tonterías.

Quiero pensar que los años que pasan por mí no quedan en el olvido, a pesar de que a veces necesite un catalizador en forma de detalle para sacarlos a la luz. Me gustaría creer que no han desaparecido para siempre las conversaciones, excursiones, borracheras de juventud, peleas y abrazos.

Entiendo que yo los almaceno de forma más caótica que el resto, pero que están ahí; que mis vivencias se acumulan para hacerme con el tiempo una persona mejor, más llena, aunque mi memoria sea perezosa para alimentar mi día a día.

Quiero creer que, cuando acuda a ella, me responderá con todo lo vivido.

1 comentario:

M.Angeles Romero dijo...

Estoy dispuesta a ser tu memoria cada vez que lo necesites...