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martes, diciembre 19, 2017

Resabiado

Es triste reconocer que en pequeños gestos diarios, a lo largo de una vida, vamos perdiendo la confianza en los otros.

Temas tontos, como un camarero que te toma nota de más platos de los que puedes comer, de un compañero de trabajo que no te avisa de informaciones que te pueden interesar, de un viajero de tren que se queda con tu conector de móvil pudiéndotelo entregar.

Detalles que te hacen más resabiado, arisco, desconfiado, que te lleva a decirle al camarero que ya vienes comido o a no conectar el móvil en el tren, aún estando convencido de que en este mundo abundan los que te aconsejan bien, los que te avisan de los olvidos, los que te alertan de los peligros.

El mal se merienda al bien y lo contamina todo; porque el bien es lo natural, lo supuesto, lo que fluye, la armonía... y eso lo damos por ganado cada día. Sin embargo, se nos cruza aquél que sólo piensa en él y te coloca el cuerpo en tensión, alerta, en una posición de defensa que no distingue quién de entre los compañeros de viaje cuidará de ti cuando te quedes dormido.

3 comentarios:

Mª Ángeles Bk dijo...

Llevas razón pero yo creo que ya no cambiaré a mis años. Prefiero pensar bien y no cerrarle las puertas a gente maravillosa aunque haya que tener cautela. Pero esa soy yo, que como dice el churri: "parece que estoy todavía cogiendo margaritas en el campo". 😂😂😂

Salvador Navarro dijo...

¡No cambies, Mari Ángeles!

Fesaro dijo...

Yo prefiero arriesgarme aún, creo que la vida es más bonita apostando a qué la gente es buena y la química entre personas que no se conocen puede dar como resultado alegría en no temer. A pesar de todo reconozco que me queda mucho por cambiar en mi forma de pensar.