Veníamos de darnos un paseo por el Madrid de los Austrias y, ya reventados, llamábamos a un taxi.
En ese momento, nos explotaron varios petardos bajo los pies, que nos hicieron dar un salto de terror. Menudo susto. Vimos a unos chavales correr y les lanzamos insultos de todos los colores.
Cuando, ya en el taxi, se me puso el corazón en su sitio, vi a Fran ocultando la risa.
—¿Qué te hace tanta gracia? —le pregunté.
—Que yo era igual de gamberro.