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miércoles, febrero 17, 2016

Escalofrío

Estaba echado en el sofá justo después de comer, solo en casa. Sin estar dormido ni despierto, sentí el escalofrío aterrador de la muerte; la conciencia exquisitamente diáfana del no existir, la desaparición de mi mundo, el único que conozco a pesar de la eternidad teórica que nadie conocerá; la comprensión perfecta de mi pequeñez como persona; el retorcido sentido de la existencia.

Paralizado por el horror, con el frío de invierno colándose bajo la manta, busqué un alivio a la certeza de que no hay salida, que pude vislumbrar en un axioma duro de admitir aunque efectivo: si no existo, no sufro.

Entendí que el pánico se contenía, moví los brazos, me desperecé en un intento exitoso de salir de la pesadilla, abrí los ojos, me paseé el techo de mi casa, busqué con la mirada interior al amor, al profundo amor que siento por los míos, a ese cielo azul que se colaba por la ventana de un mundo al que podré siempre decir, aunque no exista, que un día pertenecí.

1 comentario:

Fesaro dijo...

Un poquito de yuyu no?.