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martes, noviembre 04, 2014

Soberbio

La señora, de unos sesenta años, pelo descuidado a medio teñir recogido en una coleta y ropa de andar por casa, llegó acelerada, y tarde, a la cita de su marido con el médico, que ya lo trataba en la sala de ecocardiogramas del Virgen del Rocío sin que ella supiese en qué gabinete podría encontrarse ni cómo entrar.

-Señorita -le preguntó a una enfermera que salió al pasillo desde una de estas habitaciones, con el vozarrón incontrolable de quien no sabe modular la voz-. Mi marido está por ahí dentro. ¿Puedo pasar?

La sanitaria, familiarizada con estas lides, la convenció para que se sentara argumentando que la prueba a la que sometían a su marido era sencilla, pero larga, lo que hacía recomendable no molestar al doctor.

Ante la insistencia de la mujer, la enfermera se agarró a un ataque de tos de ésta, en sus aceleradas explicaciones personales sobre su tardanza en coger el autobús, para terminar de convencerla.

-Con esa tos no permitiría al cardiólogo hacer su trabajo. Necesita silencio.

Planchada por el frenazo, la mujer se quedó sentada en las sillas de espera.

-Si yo no tengo tos, explicaba hacia gente que no la mirábamos, lo que pasa es que me he tomado un chicle y se me ha metido la salivilla por el otro lado…

Insistió a un celador y a la misma enfermera al volver a verla entrar. Nada.

-Es que mi marido está 'mu' malito -contaba al aire aséptico del hospital.

Poco más tarde salió el médico con cara seria. Preguntó por algún familiar del marido de la señora, que se levantó asustada con el bolso en la barriga. Con un tono serio debió explicarle un diagnóstico poco prometedor, a lo que la mujer reaccionó con la cabeza gacha y un incontenible:

-¡Es un soberbio, doctor! Le tengo bien dicho que es un soberbio...

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