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viernes, diciembre 27, 2013

Púlpito

Estos días de Navidad son perfectos para pasear sin rumbo, más aún si es con mi sobrino Iván.

Estuvimos ayer por la mañana, con una luz de invierno alucinante, recorriendo las calles adornadas del centro, sin prisas, Raquel, Iván y yo. Los animé a entrar en la iglesia del Salvador, impecable joya barroca restaurada recientemente, que deslumbra por sus dimensiones y los tres grandes altares recargadísimos de oro y angelitos rollizos.

Con ciertos apuros y algo de ayuda, con casi once años, Iván supo definirme lo que vendría a ser el Barroco, no en vano sus profesores comienzan a hablar maravillas de él. En un momento dado puso su atención en los dos grandes púlpitos de mármol rosado del frontal del altar mayor, y me explicó que el pequeño techo circular que los corona servía para hacer rebotar las palabras del cura, de forma que retumbaran con fuerza por todos lados. No sé quién se lo pudo contar, pero aluciné con su explicación y su retentiva.

Entonces yo le pregunté qué decían los curas desde allí con esas voces tan altas que tenían que retumbar, a sabiendas de lo novedoso que es para él entrar en un templo viviendo en una familia tan laica.

Ante su silencio pensativo quise darle pie, gritando bajito:

-¡Pecadores!

Iván, arrancándose, continuó:

-¡Que no valéis ‘pa na’!

3 comentarios:

Las Cosas dijo...

Me he partido de risa, ¡q weno!

Anónimo dijo...

Gincrispi
Qué grande tu sobrino.
Felices fiestas, Salvador.

Anónimo dijo...

Que pedazo de tío estás hecho, además de pasártelo bien, aleccionas a tu sobrino.
Pepe