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domingo, marzo 04, 2012

Avaricia

Dicen que todos tenemos un precio; lo triste es que seguramente sea cierto.

En esta España en la que vivimos hemos padecido situaciones sonrojantes que han chocado con la ética más elemental desde siempre, pero sin duda la corrupción es aún una de las grandes vergüenzas, junto con la existencia de ETA, de nuestra joven democracia. No hay partido político, región o gobierno que se libre de esa mancha.

Aceptando el hecho inicialmente expuesto de que el hombre es víctima potencial de su propia avaricia, tendremos que concluir que lo que ha fallado en todo este tiempo son las instituciones y las reglas de juego que nos hemos dado, no suficientemente robustas ante este lastre.

El pueblo, en sí, se ha mostrado incapaz de condenar con su voto al corrupto; quizás no haya que echar toda la culpa al ciudadano, aunque sí mucha, porque siempre había excusas para argumentar que no había partido político limpio de culpa a quien entregar la confianza.

Ahora vemos atravesar el corto espacio físico entre su coche y las puertas del juzgado a un demacrado Iñaki Urdangarín, producto de los años más opulentos de nuestra reciente historia, brillante deportista, con apellido vasco y jugador del Barcelona, impecable en sus formas, apuesto y fértil procreador; progenitor, en suma, de una familia perfecta.

En mis reflexiones personales, lo que me ha hecho no poner en duda la Monarquía española es la figura en sí del rey Juan Carlos. La racionalidad se enfrenta claramente a la ilógica de que un gobernante salga de la cuna y no de los votos, pero las circunstancias específicas de nuestra historia hicieron de este rey afable y demócrata una figura querida.

La avaricia de un hombre envalentonado por el mérito de haberse hecho un hueco en la Casa Real puede hacer, sin embargo, que la ciudadanía se replantee la lógica de las cosas.

Cuando no hay otro argumento que el ser un privilegiado para hacerse con posiciones de nepotismo, lo dado por supuesto empieza a no serlo tanto. Utilizar el nombre adquirido por matrimonio para solicitar favores a sabiendas de su ilegalidad es difícilmente perdonable.

Lamento la situación a la que ha llegado, pero quiero que nuestra joven democracia haga caer sobre él, en caso de demostrarse su culpabilidad, todo el peso de la ley.

La gente lo está pasando realmente mal, y no podemos permitir una vida de ensueño en mansiones americanas de seis millones de euros a quien recurre a actos condenables para hacerse con dinero público. ¡Es muy grave!

La Monarquía será aceptada en el futuro si se admite el principio republicano de que todos somos iguales ante la ley. El caso Urdangarín debe servir para reforzar las reglas del juego de este país tan proclive a prácticas inexcusables.

1 comentario:

Anónimo dijo...

A los republicanos juancarlistas como nosotros nos queda para quitarnos del juancarlismo lo que a juancarlos le queda de Rey. Lástima que en España ser republicano tenga otras connotaciones producto del lavado de cerebro colectivo y de las ideologías paquete enemigas del pensamiento libre.

Me voy que, pierdo el avión!

Salu2

Fernando