x

¿Quieres conocerme mejor? Visita ahora mi nueva web, que incluye todo el contenido de este blog y mucho más:

salvador-navarro.com

lunes, agosto 12, 2019

Otro

Una de las imágenes que retengo de mi reciente viaje a Londres es la de una ejecutiva en tacones agachada hacia un mendigo, hombre bien mayor, interesada por saber cómo estaba.

Querer no es poder, al menos no es sencillo.

Me gustaría tener esa capacidad para colocarme en cuclillas y prestar mi ayuda a cualquiera de los mendigos invisibles que me cruzo por mi ciudad. Querría tener la sonrisa perenne de quienes van por la vida con el corazón abierto; ser más disciplinado en mi conciencia ecológica, vencida mil veces por mi pereza; implicarme más en la sociedad civil, no sólo dedicarme a pagar cuotas a ONG's que tranquilizan mi conciencia; me gustaría ser más claro en mis posicionamientos, dejando de lado el miedo a la discrepancia; me apena no ser más constante en mis llamadas a los amigos, acordarme poco de las personas hoy ancianas que fueron importantes en mi vida. Querría tener menos miedo a preguntarle a la gente querida cómo está, ser más divertido contando chistes, no irme tan pronto a la cama cuando salgo de fiesta, ser más solidario con mis compañeros de trabajo, tener menos miedo a las enfermedades, evitar enamorarme de mis rutinas, escribir más, ver menos el móvil, leer más, sentir más, aprender más de música, tener menos prejuicios. Reír más. Amar sin cálculos. Ser ejemplar.

Querría no dejar de ser yo, siendo otro.

2 comentarios:

María dijo...

Hola Salvador! Espero que te hayan tratado bien en Fuengirola (te acabo de ver en Instagram 😀).
He leído tu artículo y me ha recordado una escena que presencié hace muy pocos días y que tiene cierta relación con la que tú cuentas.
Estaba yo sentada en el paseo marítimo esperando a unos amigos para ir a almorzar y a lo lejos vi a un chico y a dos chicas, bastante jóvenes los tres. El chico, cargando con sillas de playa y una gran cesta, le quitaba a una de ellas algo de la zapatilla y se la puso, le echó crema en la cara, le arregló el pelo y cuando terminó la cogió de la mano y los tres empezaron a caminar hacia donde yo estaba. La muchacha que no iba cogida de la mano parecía su novia. Al llegar a mi altura reparé en la chica a la que él cogía de la mano.Tenía síndrome de Down. Estaban haciéndose fotos y les pregunté si les hacía yo una y así salían los tres y accedieron. Empezamos a hablar y me contaron que habían venido a Málaga a pasar tres días de vacaciones. Efectivamente, eran una pareja de novios y él me dijo que no había querido dejar a su hermana en la casa porque “ella nunca ha visto el mar de cerca, además, está muy pegada a mí ” .
Se me hizo un nudo en la garganta.
Fin de la historia. Besos!


Salvador Navarro dijo...

Qué pequeños nos hacen sentir personas así...

¡Me trataron muy bien en tu tierra, María! Como siempre...

Muchos besos