Hay que cambiar. Es una ley, que rige mi destino, autoimpuesta a partir de la más pura racionalidad, un compromiso conmigo mismo para no convertirme en una ameba.
Buscar días iguales es el engaño del que hace gala la felicidad más facilona. Repetir como terapia, para no escapar de lo conocido, lo calentito, aquí donde no hay peligros.
La vida me regaló con singularidades que me hicieron rebelarme contra el futuro presentido, lo que a día de hoy me hace ser un tipo muy diferente al que se suponía que podría ser. Circunstancias que me centrifugaban a descubrir mundos nuevos en una dinámica que me afano en no perder.
En mis pesadillas más repetidas está el no tener con quien salir el viernes noche cuando era joven o vivir una vejez arisca cada día más solitario. El tesoro buscado en esos sueños es precisamente lo que rehuyo en mis horas despierto: la certeza de lo controlado.
Yo quiero, sin renunciar a proteger lo que ya tengo, retos diferentes, amigos nuevos, ciudades por descubrir, autores que no conozco, vidas raras. Decir que sí sin miedo; lo que me obliga a seleccionar bien lo que poseo, para saber cuánto de lo que tengo acumulado me es útil; un proceso doloroso de asumir que renunciar a lo que me resulta mediocre es un camino necesario, e inacabable, para seguir creciendo como persona; consciente de que habrá quienes, en la búsqueda de su ventura, me dejen a mí atrás.
Buscar días iguales es el engaño del que hace gala la felicidad más facilona. Repetir como terapia, para no escapar de lo conocido, lo calentito, aquí donde no hay peligros.
La vida me regaló con singularidades que me hicieron rebelarme contra el futuro presentido, lo que a día de hoy me hace ser un tipo muy diferente al que se suponía que podría ser. Circunstancias que me centrifugaban a descubrir mundos nuevos en una dinámica que me afano en no perder.
En mis pesadillas más repetidas está el no tener con quien salir el viernes noche cuando era joven o vivir una vejez arisca cada día más solitario. El tesoro buscado en esos sueños es precisamente lo que rehuyo en mis horas despierto: la certeza de lo controlado.
Yo quiero, sin renunciar a proteger lo que ya tengo, retos diferentes, amigos nuevos, ciudades por descubrir, autores que no conozco, vidas raras. Decir que sí sin miedo; lo que me obliga a seleccionar bien lo que poseo, para saber cuánto de lo que tengo acumulado me es útil; un proceso doloroso de asumir que renunciar a lo que me resulta mediocre es un camino necesario, e inacabable, para seguir creciendo como persona; consciente de que habrá quienes, en la búsqueda de su ventura, me dejen a mí atrás.
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