No son pocas las veces en que me cruzo, en mi transitar intenso por el mundo, con ellos.
No todas las veces descubren mi mirada, pero cuando lo hacen se establece una corriente extraña de desnudez entre los dos.
Suelen ser especialmente eficientes con sus vidas laborales, se afanan como ninguno de sus compañeros, en tanto desarrollan sus virtudes para adaptarse realmente al traje que les ha tocado vestir.
Los veo en los aeropuertos, indicándome las instrucciones en el control de seguridad; en los restaurantes, cuando me señalan la mesa reservada; en reuniones de trabajo, mientras toman nota en sus tabletas de discursos soporíferos; en la caja de un supermercado, interesados en saber si quiero bolsas o no; en conversaciones de barras de bar, tomando la mano entre caricias de su pareja; en mañanas soleadas de parques, meciendo con dulzura el carrito del bebé.
De pronto un ramalazo de inseguridad, una mirada cruzada, un paso mal dado que lleva a un tropezón los delata y yo, de naturaleza curiosa, cazo al vuelo su gesto de terror.
¿Seré uno de ellos?
Suelen ser especialmente eficientes con sus vidas laborales, se afanan como ninguno de sus compañeros, en tanto desarrollan sus virtudes para adaptarse realmente al traje que les ha tocado vestir.
Los veo en los aeropuertos, indicándome las instrucciones en el control de seguridad; en los restaurantes, cuando me señalan la mesa reservada; en reuniones de trabajo, mientras toman nota en sus tabletas de discursos soporíferos; en la caja de un supermercado, interesados en saber si quiero bolsas o no; en conversaciones de barras de bar, tomando la mano entre caricias de su pareja; en mañanas soleadas de parques, meciendo con dulzura el carrito del bebé.
De pronto un ramalazo de inseguridad, una mirada cruzada, un paso mal dado que lleva a un tropezón los delata y yo, de naturaleza curiosa, cazo al vuelo su gesto de terror.
¿Seré uno de ellos?
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